Son ya dos que lleva sentado. A cada tres o cuatro minutos ve la hora. Justo cuando el que ha pasado se va. Pero a veces son hasta diez o veinte minutos. Aún tiene tanto por hacer durante el día. Es el momento de dejarlo. Ya seguirá más tarde o mañana porque ahora necesita darse un respiro. Será el último que pase.
Lo escucha. La voz del que está al otro lado es temblorosa, duda, balbucea al principio…pero, pronto, una vez que ha comenzado no se detiene…
Ahora a él le embarga una cierto temor y al mismo tiempo emoción. ¿Por qué viene a decirme todo esto? Tiene una gran fe… ¿Quién soy yo? Un pobre instrumento también, alguien que es capaz de hacer lo mismo e incluso cosas peores.
Sin embargo, “Él” le ha confiado este don y "Él" confía en que a través de su fragilidad se manifieste "Su" poder.
"Él" confía en mí! A pesar de lo que soy…
Resuenan en su mente aquellas palabras: “Quiero! Queda limpio…
-"Yo te absuelvo…” -comienza a decir con voz pausada pero firme-.
Sonríe. Un segundo respiro. Ciertamente está cansado, pero ahora le llena una alegría indescriptible...
No hay comentarios:
Publicar un comentario