Venid y veréis... |
Lo siguieron. Juan les había dicho que el tiempo de estar
con él –a orillas del Jordán- acabaría cuando llegase. Y llego el día. Lo
señaló. “He ahí, el Cordero de Dios…”
Un poco aturdidos pero confiados en la palabra del Bautista –que algo cambiaría para ellos-lo siguieron. Su figura traslucía paz,
serenidad, fortaleza, convicción. No era igual como los demás maestros y doctores
de la Ley.
-"Maestro, ¿Dónde vives?" El más joven –Juan se llamaba- se sorprendió
a sí mismo por la pregunta. Era una mezcla de curiosidad y cierto temor. Había
algo en este Rabí de Nazaret, lo sintió en el corazón, quizá eso le hizo
preguntar con tal convicción.
-"Venid y lo veréis…"
El anciano Juan recuerda aún aquel día y la hora. ¿Cuánto había
pasado desde entonces? ¿Setenta años? ¿80 años? Sin embargo, conservaba grabada
en su mente y en su corazón la mirada y la palabra del Maestro. Si, ciertamente volvería a seguirlo. Aquel día
no les dijo nada acerca de la Cruz, ni del camino difícil que algún día tendrían
que seguir por serle fiel.
Era la hora décima -4 de la tarde-…¡qué sorpresas les tenía
preparadas el Maestro! Alegrías, milagros, aclamaciones…cruz, sufrimiento,
persecución…“Que no se turbe su corazón…” dijo la última noche.
Si volviera a pasar, iría detrás de Él una vez más. Sin duda. Valió la pena preguntar, seguirlo...A esa hora cambio su vida para siempre.
No hay duda P. Lee, el primer amor nunca se olvida. Hoy lo reafirma San Juan al narrarnos la Palabra!!! Y nos anima a decir otra vez...Aquí estoy Señor!!!!
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