Hacía una tarde agradable y soleada. Una buena oportunidad para caminar por la zona del Trastevere y hacer algunos mandados que tenía pendientes. Necesitaba comprar algo para el Señor que servirá para estos días del Triduo Pascual. Al volver, decidí pasar a hacer una visita al Santísimo en la Iglesia de Santa Dorotea.
Mientras rezaba un poco –en medio de la penumbra- veo que se me acerca un típico “povero” –pobre- de los que te encuentras por la calle y te piden una moneda. Quizá de unos 25 años, con rasgos asiáticos.
–Padre, una moneda, no he comido nada –me dice, mientras se sienta en la banca de enfrente.
–¿De dónde eres? ¿Cuánto llevas en Roma? –le digo, mientras lo observo y comienzo a decidir interiormente si en verdad dársela o no.
–Soy de Bangladesh y llevo ya dos años aquí…
–¿Y aun no has encontrado trabajo?
–Es difícil Padre, siempre piden papeles y yo no los tengo –y su rostro se vuelve sombrío.
–Está bien. Te doy una moneda…pero para comprar comida, no otra cosa… Y no se te olvide rezarle a Dios, para que te ayude.
–Gracias, Padre –me dice mientras se levanta y dibuja una sonrisa en su rostro-…y Feliz Pascua!
Nada más irse, me asaltó una duda…pero inmediatamente escuche un susurro en mi cabeza:
–Ya has comprado algo para el Señor, tocaba dar algo también a quien lo necesitaba…
Hoy he participado en la Misa con el Papa -me ha tocado dar la comunión- con la cual iniciamos la Semana Santa. Ha sido una mañana soleada y calurosa. La celebración inicio frente al Obelisco, en medio de la Plaza de San Pedro, en donde se bendijeron los ramos. Luego comenzó la procesión –acompañado de jóvenes y algunas religiosas que llevaban en sus manos palmas y ramos- mientras se cantaba: ¡Hosana, Hijo de David!
En su homilía, el Santo Padre hablo del estilo cristiano: la humildad. «La humillación de Jesús» es una palabra que «nos devela el estilo de Cristo y del cristiano: la humildad».
Al final de la Misa, antes del Angelus, tuvo un recuerdo especial para todos los jóvenes en esta XXX Jornada de la Juventud: "Queridos jóvenes, los exhorto a proseguir su camino en las diócesis, o en la peregrinación a través de los continentes, que los llevará el próximo año a Cracovia…el tema de aquel gran Encuentro: «Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia» (Mt 5,7), entona bien con el Año Santo de la Misericordia. Déjense llenar de la ternura del Padre, ¡para difundirla a su alrededor!"
Así lucía la Plaza antes de comenzar la Misa
Las Hermanas Hijas de Santa María del Corazón de Jesús en la procesión
Los dos cumpleañeros de marzo: P. Efra y el P. Geovany
Por aquí son ya los últimos días de clases antes de iniciar las vacaciones de Semana Santa. El domingo comienza el trabajo intenso en las parroquias. Algunos sacerdotes desde mañana –otros el sábado- comenzarán a partir rumbo a parroquias a ayudar durante el Triduo Pascual.
Hoy hemos tenido la oportunidad de reunirnos y celebrar a los cumpleañeros del mes de marzo: el P. Efraín y el p. Geovany. En medio del trajín diario –prisas, clases, trabajos, empeños parroquiales- estos momentos se convierten en un “oasis”.
Ha sido un buen momento para compartir, contar experiencias y, sobre todo, degustar un delicioso almuerzo. ¡La fraternidad sacerdotal!
¡Muchas bendiciones compañeros! ¡Ánimo! ¡Ya está cerca la meta!
Desde ya, buena Pascua a la Comunidad Romano-Sololateca, al P. Marcos, P. Ezequiel y P. Ubaldo, que por diversos compromisos de clases y trabajos académicos no pudieron acompañarnos.
«Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia.
Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes.
Da pronto tu respuesta. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna.
¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.
Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Creador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción abre por el consentimiento.
Aquí está -dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Poco a poco la primavera va llegando, el día comienza a hacerse más largo y aunque aún hay nubes –con cierta probabilidad de lluvia- y un viento ligero, se comienza a notar el aumento del bullicio por Roma. Por la mañana hace un sol radiante, los turistas comienzan a llegar, en las callejuelas se ve ya él movimiento, se inician las filas largas e interminables para entrar a la Basílica de San Pedro…
Hoy ha sido mañana magnifica para poder realizar varios “asuntos pendientes”. Como debía ir a la Universidad, pude realizar una gestión en la Oficina de Becas, luego un par de horas de clases, encuentros y despedidas –algunos compañeros ya se marchan para el trabajo pastoral durante la Semana Santa- y hasta quedamos para un café con un amigo el próximo jueves…
Aprovechando que estos días “me han dejado libre” –hasta el próximo viernes voy al hospital para una visita de control- y son los últimos días antes de las vacaciones, “algo hay que hacer”. Poco a poco intentando retomar el ritmo –estudio, lectura, amigos- ya en la recta final antes de la celebración de la Pascua.
Ayer leía este excelente artículo (aquí) del P. Maurizio Gronchi en el que hacía una reflexión sobre el Sacramento de la Confesión:
«Para confesarse es necesario una fe sencilla para permitir decirnos por el otro: coraje, no temas, tus pecados están perdonados, ve en paz e intenta no hacerlo más…
del encuentro entre dos personas, dos pecadores, que se encuentran frente a frente, con los ojos bajos o que ni siquiera se ven a través de la malla del confesionario, el único rostro que queda impreso en ambos es el Dios misericordioso».
Es admirable la maravilla de este misterio. Es Dios –Padre Misericordioso- que está al centro de todo. Podría ser una carga muy grande, el más grande de todos los pecados, no obstante, el perdón lo da…siempre!
Muchas veces necesitamos un poco de fe para creer que Dios nos espera con los brazos abiertos y que nos perdona a través de un pecador también –el sacerdote-. ¿Pecador? Sí, pero instrumento de Dios. Quizá anciano o demasiado joven; con muchos años de sacerdocio o con pocos; muy serio o muy jovial, quizá con múltiples defectos, pero desgastándose en el confesionario para devolverte la alegría, el perdón, la gracia de Dios.
Un pecador que habla, un pecador que escucha, Dios que perdona ¡Qué misterio divino!
«He aquí que (el Padre) viene a tu encuentro; se inclinará sobre tu hombro, te dará un beso, prenda de amor y de ternura; hará que te entreguen un vestido, calzado... Tú temes todavía una reprensión...; tienes miedo de una palabra airada, y prepara para ti un banquete» (San Ambrosio)
-Me
gusta el futbol, soy aficionada al futbol -me dice una de las enfermeras
mientras cumple su rutina diaria.
-¿De
verdad? –respondo un poco sorprendido.
-Sí,
voy a ver al “Frosinone” –equipo de la serie B del futbol italiano y con
posibilidades de subir a la Serie A-. Cada vez que juega en casa, busco tener
ese día libre aquí en el hospital para ir al estadio.
-¿Tanto
así? –aún es más mi sorpresa- Entonces eres una verdadera “tifosa”-aficionada-
al "calcio" -futbol-…
-Más
aún…
-¿Todavía
más?
-Pertenezco
a la porra “Ultra Femminile” del equipo…
«Si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto».
El grano de trigo es, ante todo, él mismo, Jesús. Como el grano de trigo, él ha caído en tierra con su Pasión y Muerte, ha vuelto a brotar y ha traído fruto con su Resurrección. La entrega generosa de su vida, para conseguirnos una nueva vida. La aceptación del sufrimiento, para sanarnos de nuestros pecados: «cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Pero, la historia del pequeño grano nos ayuda también a nosotros, iluminada con otro versículo: «Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará».
Caer en tierra y morir significa también «salvar la propia vida», esto es, ¡para continuar viviendo! Aceptar la cruz en unión con Cristo…nos abre el horizonte de la eternidad. La cruz, nuestra cruz -fatigas, sufrimientos, incomprensiones- tiene...valor eterno!
Pero nuestra cruz nos da miedo. Cristo también se “turba” –mi alma está triste hasta la muerte-, pero, porque su sufrimiento y su muerte eran necesarios para la salvación del mundo, aceptó el sufrimiento –no se haga mi voluntad, sino la tuya-. ¡Aquí está el sentido de todo!
Por eso la cruz y la resurrección es el gran signo de la alianza nueva de Dios con las personas. Él ha puesto en cada corazón –en nuestro corazón- su Espíritu Santo, para que, a pesar de nuestras fragilidades y de nuestros pecados, podamos contar con Dios y con su fuerza para superar cualquier adversidad.
Hoy el Santo Padre esta haciendo una visita pastoral al Santuario de Nuestra Señora del Rosario en Pompeya y a Nápoles. He querido acompañarle recordando un viaje hecho el año pasado. En esa ocasión, tuve la oportunidad de visitar este Santuario de la Virgen construido para propagar la devoción del Santo Rosario por el Beato Bartolomé Longo entre 1876-1891.
Esta mañana el Papa Francisco ha rezado una oración a la "Madonna di Pompei". Una oración llena de confianza y de petición, traigo aquí las últimas líneas en las que hace referencia al Rosario:
«Oh Rosario bendito de María, cadena dulce que nos anuda a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te dejaremos jamás. En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino. Y nuestro beso a ti, en nuestro último respiro, nos sumergirá en una ola de luz, en la visión de la Madre amada y del Hijo divino, anhelo de alegría de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo»
Hoy me ha dado un "guiño" San José, se lo pedí y me lo concedió, gracias! Ite ad Ioseph! Sí, a San José para pedir…
-Fidelidad…hasta el fin, cuando la lucha es fácil y cuando es difícil, en la victorias y en las derrotas, peleando cada batalla, hasta ganar la última.
-Fortaleza…en medio de las dificultades porque cuando se tiene a Dios –aunque falte todo lo demás- se tiene todo.
-Lealtad…un corazón enamorado, entregado, cada día, todos los días…
-Trato con Dios…siempre, cuando acompaña la ilusión y cuando falta el entusiasmo humano, sabiendo encontrar a Dios en todo momento, incluso en el silencio, en la oscuridad…
-Esperanza…en el Señor. Porque Dios responde, llega en el momento justo, “añade” a cada instante el algo divino a nuestra vida. José significa “Dios añadirá”, era alguien que lo esperaba todo de Dios…
-es el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos.
-es levantarse a la hora.
-no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa.
-está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar al tiempo que cada cosa necesita.
-cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío.
-es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos.
-es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen.
-es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos.
-es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias -los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo- así lo requieran.
-en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos.
El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea El quien añada los rasgos y colores que más le plazcan!"
La semana pasada se ha inaugurado la novena edición de la “Clericus Cup” –el Mundialito del Vaticano- donde participan sacerdotes y seminaristas que estudian en Roma. El torneo se desarrolla en el Oratorio de San Pedro cerca del Vaticano y en él participan 382 jugadores de 67 países provenientes de los cinco continentes, divididos en 4 grupos donde compiten 16 equipos.
Una de las características es el “tercer tiempo” se gane o se pierda, al final del partido los equipos rezan juntos. Este año el lema es “Jugando al ataque el partido del Evangelio”.
En la residencia –Colegio "Tiberino"- donde vivo han formado un equipo junto al Colegio “Altomonte”. Después de un inicio titubeante la semana pasada, hoy han ganado su partido 2-1 contra el Agustinianum. Las posibilidades están intactas, aunque los otros equipos son fuertes. El próximo domingo se juega el partido decisivo contra el Seminario Internacional "Sedes Sapientae".
Es una oportunidad para fomentar la fraternidad sacerdotal. La entrega a Dios no “riñe” con la alegría y el “pasársela” bien en buen partido de futbol. Claro, no se juega con sotanas ni clerygman…
Yo logré tomarme una foto con la camisola oficial….
Papa Francisco, tenemos la suerte de que esta entrevista cae en el segundo aniversario de su elección...¿qué paso ese día...?
-Empezó la primera votación, el martes a la noche, segunda el miércoles a la mañana, tercera el miércoles antes del almuerzo...
¿Es cierto que en el cónclave anterior había tenido unos cuarenta votos? ¿Se puede decir?
-No.
Eso dijeron.
-Sí, bueno, dijeron.
Algún cardenal dijo.
Bueno, dejémoslo al cardenal. Aunque yo podría decirlo porque ahora yo tengo la autoridad para decirlo. Pero mejor. Dejémoslo que lo haya dicho el cardenal. Pero nada. Realmente, hasta ese mediodía, nada.
Y después pasó algo, no sé. En el almuerzo, yo vi algún signo raro, pero. Me preguntan por la salud, esas cosas que… y ya cuando volvimos a la tarde, se cocinó el pastel ¿no? En dos votaciones se acabó todo ¿no? O sea que para mí también fue una sorpresa.
¿Qué me pasó a mí? En la primera votación de la tarde cuando yo vi que ya eso ya podía ser irreversible, lo tenía al lado – y esto lo quiero contar porque hace a la amistad – al cardenal Hummes...cuando se vio la cosa, se me acercaba así, me decía: “No te preocupes, así obra el Espíritu Santo”. Me causaba gracia.
Después, en la segunda votación cuando se alcanzaron los dos tercios, siempre se aplaude ¿no? En todos los cónclaves aplauden. Y sí el escrutinio. Y él ahí sí me besó y me dijo: “No te olvides de los pobres”. Y eso me empezó a dar vueltas en la cabeza y fue lo que provocó la elección del nombre, después, ¿no? Yo, mientras la votación, rezaba el Rosario, solía rezar los tres Rosarios diarios, tenía mucha paz. Yo diría que hasta inconsciencia.
Lo mismo cuando se dio la cosa, y para mí ese fue un signo de que Dios quería eso. La paz. Hasta el día de hoy no la he perdido. Pero es algo de adentro, que, como un regalo ¿no? Y después, qué es lo que hice, no sé. Me hicieron parar. Me preguntaron si aceptaba. Dije que sí. No sé si me hicieron jurar algo, no me acuerdo.
Estaba en paz. Fui, me cambié la sotana. Y salí y quise primero ir a saludar al cardenal Días, que estaba allá en su silla de ruedas, y después saludé a los cardenales. Después le pedí al Vicario de Roma y al cardenal Hummes, por amigo, que me acompañaran. ¡Cosa que no estaba prevista en el protocolo!
Ahí empezaron sus problemas con el protocolo, creo.
-¿Qué sabía? Yo puse ahí a…
Esa fue la primera de muchas.
Y fuimos a rezar a la capilla Paulina, mientras el Cardenal Tauran anunciaba el nombre. Después salí y yo no sabía lo que iba a decir. Y bueno, de todo lo demás son testigos ustedes.
Sentí profundamente que un ministro necesita la bendición de Dios, pero también la de su pueblo. No me atreví a decir que el pueblo me bendijera. Simplemente dije: “Pueblo recen para que Dios, a través suyo, me bendiga”. Pero me fue saliendo todo espontáneo.
Igual lo de rezar por Benedicto. Decía, no, no sé, no preparé nada. Salió solo.
¿Y le gusta ser Papa?
-¡No me disgusta!
Porque uno se hubiera imaginado que no le hubiese gustado ser Papa.
No, no. Una vez dada la cosa después se hace.
¿Qué es lo que le gusta y qué lo que no le gusta tanto de ser Papa? ¿O le gusta todo?
-Sí, lo único que me gustaría es poder salir un día, sin que nadie me conociera, e irme a una pizzería a comer una pizza...
Hace unos días el Santo Padre obsequió a los fieles un pequeño librito “Custodisci il Cuore” –Custodia el corazón- en el que propone diversas prácticas de vida de piedad que todo cristiano no debe olvidar. Aquí se puede descargar el libro en español (formato pdf).
Entre ellas destaca –especialmente en este tiempo cuaresmal-, el examen de conciencia. El Santo Padre propone una serie de 30 preguntas para prepararse a recibir el sacramento de la Reconciliación.
¿POR QUÉ CONFESARSE?« ¡Porque somos pecadores! Es decir, pensamos y actuamos de modo contrario al Evangelio. Quien dice estar sin pecado es un mentiroso o un ciego. En el sacramento Dios Padre perdona a quienes, habiendo negado su condición de hijos, se confiesan de sus pecados y reconocen la misericordia de Dios».
EL EXAMEN DE CONCIENCIA
En relación a Dios
¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad? ¿Participo regularmente en la Misa los domingos y días de fiesta? ¿Comienzo y termino mi jornada con la oración? ¿Blasfemo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos? ¿Me he avergonzado de manifestarme como católico? ¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago? ¿Me revelo contra los designios de Dios? ¿Pretendo que Él haga mi voluntad?
En relación al prójimo
¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin piedad tanto de pensamiento como con palabras? ¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a los indefensos? ¿Soy envidioso, colérico, o parcial? ¿Me avergüenzo de la carne de mis hermanos, me preocupo de los pobres y de los enfermos?
¿Soy honesto y justo con todos o alimento la cultura del descarte? ¿Incito a otros a hacer el mal? ¿Observo la moral conyugal y familiar enseñada por el Evangelio? ¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos? ¿Honoro a mis padres? ¿He rechazado la vida recién concebida? ¿He colaborado a hacerlo? ¿Respeto el medio ambiente?
En relación a mí mismo
¿Soy un poco mundano y un poco creyente? ¿Cómo, bebo, fumo o me divierto en exceso? ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes? ¿Cómo utilizo mi tiempo? ¿Soy perezoso? ¿Me gusta ser servido? ¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones? ¿Nutro venganzas, alimento rencores? ¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?
Aquel monje mayor que vivía en desierto salía a pedir en las horas de más calor. Su cuerpo endeble, no obstante, aguantaba el calor. Al atardecer pasaba por una fuente cristalina y fresca y ofrecía a Dios el sacrificio de no beber hasta que llegaba al convento; como una respuesta de Dios salía un lucero que le llenaba de gozo.
Aquel día un monje recién llegado le acompañaba. El nuevo monje sudaba y sudaba y su cara se iluminó cuando vio la fuente. El viejo monje pensaba qué haría. Podía darle ejemplo, explicarle lo del lucero, pero no había tiempo para grandes reflexiones.
El joven monje le miraba con ansiedad. El viejo se inclinó y bebió. El joven, gozoso, se bebía la fuente.
Poco después el viejo monje alzó la mirada, esperando no ver el lucero, pero ante su sorpresa vio que habían salido dos...
Lo importante es caminar. Se nos puede hacer largo el camino o nos podemos cansar, pero la consigna es siempre avanzar. La perseverancia da el premio, nos lleva a la meta.
Ha culminado otra etapa más en este camino. Tengo que decir que esta vez ha ido muchísimo mejor que las otras veces. Al final, fueron nueve días internado en el hospital, intensos, eso sí, pero sin ninguna complicación.
Ahora ya en casa y como es normal estos días serán de reposo y recuperación. Nada mejor que estar en casa –la cama y la almohada conocidas-, los amigos –el ambiente familiar- pero, sobre todo, otra vez celebrar la Santa Misa.
Agradezco a todos por acompañarme estos días. Me “advirtieron” que en unas semanas volveré a otro ciclo. Pero, ya llegará.
El Señor cumplió su promesa, de volvernos a ver pronto. Él no defrauda.
Hoy ha sido el último día de la quimioterapia. Gracias a Dios todo ha ido bien. Fueron cinco días intensos de tratamiento. Ahora a esperar unos días más de recuperación aquí en el hospital mientras las defensas se estabilizan.
Gracias a todos por acompañarme con su cercanía y sus oraciones. ¡Aquí vamos adelante!
Dios no pierde batallas, si estamos con Él...¡somos vencedores! ¡La esperanza nos vuelve poderosos!
Cuarto día de quimio y algunos síntomas van apareciendo pero nada importante. Este segundo domingo de Cuaresma invita a levantar la vista y ver a Jesús que está siempre a nuestro lado y nos da consuelo.
Pero la historia del Monte Tabor tiene un precedente y tiene un fin. No se entiende por sí solo.
- Monte del Sacrificio: Donde Abraham estuvo "a punto" de ofrecer a su propio hijo -Isaac- en sacrificio. Extraordinaria la actitud de Abraham -esperar contra toda esperanza- y la respuesta de Dios. ¿Cuántas veces nos cuesta dar algo al Señor cuando en realidad lo que nos devolverá será lleno de bendiciones?
- Monte de la Transfiguración: La semana previa les había anunciado su Pasión y ahora, el Señor, les muestra parte de su Gloria. Son las pequeñas "gotas de miel", consuelos que el mismo otorga a los suyos, para confortarlos, para animarlos a no desfallecer en la lucha. ¡Qué bien nos haría pensar en el premio -el cielo- que el Señor nos ha prometido!
- Monte del Calvario-de la Resurrección: La Transfiguración solo se entiende con la Cruz que a su vez tiene su culmen en la Resurrección. Nuestra salvación solo se alcanza a través del camino del Sacrificio, de la Cruz, de la Resurrección. Jesús mismo ha recorrido ese camino.
Que bien caen hoy las palabras del Santo Padre en el Angelus:
"El camino de Jesús siempre lleva a la felicidad. ¡Jesús no engaña! Si Él ha prometido la felicidad, la dará".