Papa Francisco, tenemos la suerte de que esta entrevista cae en el segundo aniversario de su elección...¿qué paso ese día...?
-Empezó la primera votación, el martes a la noche, segunda el miércoles a la mañana, tercera el miércoles antes del almuerzo...
¿Es cierto que en el cónclave anterior había tenido unos cuarenta votos? ¿Se puede decir?
-No.
Eso dijeron.
-Sí, bueno, dijeron.
Algún cardenal dijo.
Bueno, dejémoslo al cardenal. Aunque yo podría decirlo porque ahora yo tengo la autoridad para decirlo. Pero mejor. Dejémoslo que lo haya dicho el cardenal. Pero nada. Realmente, hasta ese mediodía, nada.
Y después pasó algo, no sé. En el almuerzo, yo vi algún signo raro, pero. Me preguntan por la salud, esas cosas que… y ya cuando volvimos a la tarde, se cocinó el pastel ¿no? En dos votaciones se acabó todo ¿no? O sea que para mí también fue una sorpresa.
¿Qué me pasó a mí? En la primera votación de la tarde cuando yo vi que ya eso ya podía ser irreversible, lo tenía al lado – y esto lo quiero contar porque hace a la amistad – al cardenal Hummes...cuando se vio la cosa, se me acercaba así, me decía: “No te preocupes, así obra el Espíritu Santo”. Me causaba gracia.
Después, en la segunda votación cuando se alcanzaron los dos tercios, siempre se aplaude ¿no? En todos los cónclaves aplauden. Y sí el escrutinio. Y él ahí sí me besó y me dijo: “No te olvides de los pobres”. Y eso me empezó a dar vueltas en la cabeza y fue lo que provocó la elección del nombre, después, ¿no? Yo, mientras la votación, rezaba el Rosario, solía rezar los tres Rosarios diarios, tenía mucha paz. Yo diría que hasta inconsciencia.
Lo mismo cuando se dio la cosa, y para mí ese fue un signo de que Dios quería eso. La paz. Hasta el día de hoy no la he perdido. Pero es algo de adentro, que, como un regalo ¿no? Y después, qué es lo que hice, no sé. Me hicieron parar. Me preguntaron si aceptaba. Dije que sí. No sé si me hicieron jurar algo, no me acuerdo.
Estaba en paz. Fui, me cambié la sotana. Y salí y quise primero ir a saludar al cardenal Días, que estaba allá en su silla de ruedas, y después saludé a los cardenales. Después le pedí al Vicario de Roma y al cardenal Hummes, por amigo, que me acompañaran. ¡Cosa que no estaba prevista en el protocolo!
Ahí empezaron sus problemas con el protocolo, creo.
-¿Qué sabía? Yo puse ahí a…
Esa fue la primera de muchas.
Y fuimos a rezar a la capilla Paulina, mientras el Cardenal Tauran anunciaba el nombre. Después salí y yo no sabía lo que iba a decir. Y bueno, de todo lo demás son testigos ustedes.
Sentí profundamente que un ministro necesita la bendición de Dios, pero también la de su pueblo. No me atreví a decir que el pueblo me bendijera. Simplemente dije: “Pueblo recen para que Dios, a través suyo, me bendiga”. Pero me fue saliendo todo espontáneo.
Igual lo de rezar por Benedicto. Decía, no, no sé, no preparé nada. Salió solo.
¿Y le gusta ser Papa?
-¡No me disgusta!
Porque uno se hubiera imaginado que no le hubiese gustado ser Papa.
No, no. Una vez dada la cosa después se hace.
¿Qué es lo que le gusta y qué lo que no le gusta tanto de ser Papa? ¿O le gusta todo?
-Sí, lo único que me gustaría es poder salir un día, sin que nadie me conociera, e irme a una pizzería a comer una pizza...
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